Las víctimas tienen nombre
Maria Rosa vecina del barrio de Can Rull tenía 39 años y era madre de dos niñas de 8 y 10 años.
Hoy en Sabadell enterraremos otra mujer víctima de la violencia de género, dicen que nunca denunció, nunca dio muestras de sufrir violencia, sus hijas no tenían indicios que hicieran pensar que vivían una mala situación familiar y su entorno próximo dice que él era una persona encantadora.
Una persona encantadora que un día después de firmar un divorcio de mutuo acuerdo llama a la puerta y dispara tres tiros o bocajarro a la que hasta ese momento fue su compañera.
Hay muy pocas diferencias en este caso con respecto a otros muchos, dentro de los informativos del día ha pasado como ``otra mujer muerta víctima…´´
Cada vez nos estremece menos el numero de muertas en nuestro país año tras año asesinadas por sus verdugos ni las grandes cifras de mujeres apaleadas quemadas humilladas golpeadas, la crueldad cotidiana ha inmunizado a la sociedad y lo hemos asumido como un mal colateral, que no podemos ni tan siquiera valorar si va en aumento o en detrimento puesto que ni tan siquiera tenemos datos de tiempos atrás que nos permitan esas comparativas.
Hasta hace algunos años, la ley no entraba al hogar. El maltrato hacia las mujeres no sólo era tolerado, sino incluso era parte de la vida común, tratado como un problema aislado o permanecía completamente invisible, como un secreto mantenido dentro de las paredes del seno familiar; está aún muy cerca cuando el código civil español hablaba de la obediencia que la mujer debía al marido.
Las mujeres son víctimas de violencia en el ámbito familiar en todos los países, con independencia del grupo étnico, social, económico, religioso o cultural al que pertenezcan. Lamentablemente no podemos pensar que el tema de la violencia ante las nuevas generaciones lo estamos erradicando. Informes como el de
Para enfrentarnos a este problema es necesario no sólo atender a las consecuencias del mismo, sino atacar las causas que producen esta gravísima epidemia social y que sin duda tienen que ver con que la libertad y la igualdad no son reales ni efectivas para muchas mujeres ni en la sociedad ni en la intimidad. La violencia de genero se produce en el seno de las relaciones de pareja, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres una cuestión que, lejos de pertenecer al ámbito domestico y privado, constituye un problema social grave, que se incrementa día a día y que exige de la sociedad y de los poderes públicos la adopción de medidas integrales: por supuesto, medidas de acción positiva y todas aquellas que tienen que ver con la protección efectiva, que van desde la seguridad personal a la tutela judicial o los servicios que ayuden a una recuperación de la autonomía personal de la victima; pero también son urgentes aquellas políticas que favorecen un cambio social, cultural y estructural que intenta llegar a la raíz del problema.
Marisol Martínez,
en el Butlletí electrònic d’EUiA.
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